Las casetas o barracas de piedra seca, son construcciones sencillas hechas en medio de los cultivos, en el campo de Tarragona, donde nos situamos en este reportaje, aunque las hay en otras regiones. Suelen estar en medio o al lado de las viñas; los campesinos despedregaban los terrenos cultivables y la misma piedra servía para luego hacer los márgenes de piedra, que separaban las fincas y caminos, y construir las barracas, donde se guardaban las herramientas y servían de cobijo. Los pastores también construían y utilizaban estas barracas sencillas y muy prácticas, construidas sin utilizar cemento ni otros materiales de unión.
La escasa lluvia de esta zona, ha ayudado a que se conserven muchas de estas barracas y ahora se consideran patrimonio nacional. Hay asociaciones que las preservan e incluso las restauran. La técnica de construcción consiste en superponer las piedras de forma horizontal, sin pulir, llanas, lo más unidas posible y con una ligera pendiente. La última hilera superior se decanta hacia el interior, formando anillas de radio decreciendo hasta la cúpula, que se cierra con una losa más grande.
Se cubre el techo por el exterior con tierra y arcilla y se suelen plantar lirios (Iris germanica), cuyas raíces va haciendo un entramado entre las piedras y refuerza así la barraca, aparte de darle un bello acabado en la época de floración. El paisaje está integrado en el entorno, las piedras y colores autóctonos de la zona.
Los muros de piedra seca forman parte del paisaje por doquier, antiguamente cada rincón era aprovechado para cultivar, en las montañas y pendientes las piedras servían para separar y formar bancales, se rellenaban los desniveles con tierra y formaban franjas estrechas de cultivo.
Forman paredes en los caminos y también han tenido una doble función, ya que sirven para protegerse y como vivienda para muchas especies animales (reptiles, pequeños mamíferos, insectos, algunas aves). También plantas como helechos, líquenes, musgo…